lunes, 28 de septiembre de 2009

carretera con salida perpendicular en cada jornada de viaje (¿o tal vez prácticamente paralela?)

Es difícil tomar una decisión cuando hacerlo implica enfrentar dos facetas o dos hechos que se encuentran en tu personalidad. Por un lado, y no voy a hablar de la decisión, puede estar el miedo a perder la tranquilidad con la que vives día tras día, ese bien estar que proviene de tener todo cuadrado y en el lugar donde deseas tenerlo, a parte de ir ganando terreno en la búsqueda de cumplir deseos. Por otro lado, está seguir a la curiosidad y sentirse atraído por la idea de echarle narices al asunto aceptando enfrentarse a las posibles pero imprevisibles consecuencias. Los beneficios de tomar una de las decisiones podrían ser mayores, pero ya sabes, el riesgo es mayor. Nunca hay una apuesta segura. Tal vez habrá que esperar a que alguien decida por ti, o confiar en que siempre y cuando tú predispongas la situación, funcione naturalmente sin que haya que tomar una decisión, simplemente que el dejarse llevar haga su papel. O tal vez simplemente hay que decidirse y optar por la opción difícil ya que, al fin y al cabo, existirá siempre que no la hayas tomado aún. Sí, te trae varios dolores de cabeza y no desaparecerán hasta que renuncies definitivamente a ella o la tomes, dando fin a la situación.
Quién sabe, tal vez ni merezca la pena el riesgo, pero hay que estar muy seguro. A veces no puedes dejar a tu estado de ánimo ni a un arrebato la toma de una decisión, por mucho que te gustaría.
Mientras tanto, mantente a la espera

1 comentario:

Lina dijo...

Tienes mucho que ganar y poco que perder? Yo me arriesgaria.