Miraba fijamente el andén de enfrente hasta que su tren le tapó la vista. Como siempre, buscó un sitio sin nadie alrededor y cambió de canción.
A los pocos segundos de cerrarse las puertas de la parada donde debía cambiar de andén, se dio cuenta de que se le había pasado. Cuando hubo llegado a la siguiente estación, tomó un tren de vuelta y aquella vez si bajó. Pasaron diez largos minutos hasta que llegó el que debía coger.
Volvió a buscar un sitio similar y cerró los ojos durante unos minutos. Cuando los abrió vio que una mujer lo estaba mirando. Mantuvieron la mirada fija hasta que un viajero se cruzó entre sus miradas, lo cual hizo que ambos dejaran de observarse. Al poco tiempo volvieron a mirarse un par de veces de manera fugaz. Él pensó que era preciosa, que no cuadraba en aquel tren. Harto de juegos e ilusiones comenzó a mirar por la ventana, hasta que se dio cuenta de que veía el reflejo de ella, mirando a su vez por la ventana que quedaba junto a su asiento. Siguió observándola, esperando que girara su cabeza, ya que temía mirarla directamente y que no volviera a mirarlo. Aquello no sucedió.
Volvió a casa con la sensación de haber cometido un grave error y decidió intentar volver siempre alrededor de esas horas, recorriendo todos los vagones cada vez, hasta que un día desistió. Siempre le había parecido absurda su actitud, no entendía cómo podía hacer aquello, aunque siempre esperaba con ansia encontrársela en cada nuevo vagón, una y otra vez topándose con la decepción.
Nunca se le ocurrió ni llegó a saber que ella había pasado el resto de aquel trayecto mirándolo a él del mismo modo, a través del reflejo, que no alcanzó a reflejarlos por segunda vez y hacerles darse cuenta de que a veces las ilusiones están al alcance de la vista.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario