viernes, 9 de octubre de 2009

tonterías

La historia de aquél día comenzó con un retraso. Salí de casa casi media hora después de lo previsto. Todo empezaba a apuntar a que sería una mala noche. Aún así, llegué sólo diez minutos tarde, pero ellos no estaban allí. Entré al local a la hora adecuada y seguían sin venir. Y todo parecía afinar su puntería. Esperé durante una media hora más hasta que aparecieron, justo para coger mesa y relajarnos un poco antes de que comenzara el concierto.
Jamás un hombre había conseguido que me sintiera de esa manera. El vello de mis brazos se erizó en incontables ocasiones y yo no podía parar de sonreír. Canción tras canción, pero ella no aparecía. Ya se despiden, se presenta la banda, hacen un bis... pero todos queríamos más. Y justo cuando había perdido la esperanza, llegó. Todo el mundo en pie para recibirla. Yo no daba crédito. Estaba eufórico. No soñaba nunca con ella, pero sí una vez con un concierto como aquél. Al final el concierto en sí me llevó a ella. Hagan su deducción.

Al salir, Madrid estaba inundada y yo sin saber por qué. Dos veces pasé por su calle de camino al coche. En la segunda por delante de su portal. Entonces empecé a recordar y a pensar sobre las vueltas que da la vida. No sé cuantas porque van demasiadas como para haberlas contado. Yo diría que a camino entre cincuenta y cien. Había una luz en el segundo piso y se veían algunos globos pegados a las ventanas y las paredes. Más sugerencias... pero un bocinazo dirigido a mí me desvió de mis pensamientos.

Al fin llegué al coche y comencé la vuelta a casa. Puse mi nuevo disco y me relajé. Los cristales no cejaban en su empeño de empañarse, haciendo sombra a lo que podría haber sido. Al llegar a casa, ella estaba allí otra vez. Finalmente todo ya no parecía apuntar a donde apuntaba, sino solamente a ella.

Son sólo tonterías para no dormir.

miércoles, 7 de octubre de 2009

cómo llamarlo... ¿perspectiva? [14 - IX - 2009]

Las dos de la madrugada y mi cabeza no para de trabajar, de maquinar.
Increíble cuánta perspectiva se pierde cuando la vida de uno se para pero hay un asunto que no se puede detener. Hablo del parón que se produce en cada época de exámenes, o de máxima ocupación. Sí, hablas con una persona, con otra... pero nada avanza ni cambia. Hablaba de la perspectiva. Hasta que no se ha detenido lo único que faltaba no he podido darme cuenta de cuán inevitable era que todo se desbocara y acabara mal. Una nueva temporada se aproxima: nuevas materias, nuevas metas, nuevos objetivos, gente, acontecimientos... ¡ilusiones! Ahora, desde esta nueva posición, soy capaz de ver todo con más claridad. La mala racha pasó (suerte que solamente fueron unas semanas). Y las cosas no se ven ni por asomo de la misma manera que pintaban. Tal vez fue la nostalgia, el acabarse de un gran verano, o tal vez fue eso, la falta de perspectiva. Al final, sin más perjuicios. ¿Volverán aquellas cosas que dejé que se perdieran entre la bruma y la confusión? No lo sé, pero ahora yo tomo las riendas y ninguna obligación matará mi libertad.
Ya no hay nada que lo sea todo. Todo para mí es todo.
Una sonrisa vuelve a mi expresión.

lunes, 5 de octubre de 2009

suma y sigue

Y la vida continúa. La gente viene y se va... incluso los que parecían estar para largo rato pronto pierden el interés, cosa que a veces te pasa a tí también. Triste, pero cierto. Pueden guardarse bajo falsas apariencias que nada te dicen de cómo pueden salir de repente en cierto momento, ni de cómo de un día para otro eres todo o no eres nadie. Si la vida es así, menudo desenfreno. Por suerte, siempre están esas personas que, contadas con los dedos de las manos (y tal vez de algún pie, ya que puedes mover esos dedos también, al menos de momento) siguen ahí y no se van por mucho que su cara se desvanezca de tus recuerdos en ciertos momentos de la vida. Te encantaría que a veces otro dedo asomara de entre el montón y de hecho lo hace, pero de repente se esconde y decides que no quieres alzarlo más, o en algunos casos, que se duerma un rato.

Mientras tanto, sigues construyendo lazos en salidas, noches de fiesta, visitas fugaces, conciertos (próxima parada, Luis Ramiro) y demás.

Mis brazos (con sus manos en los extremos, los cuales a su vez tienen... adivinad qué... ¡dedos!) están abiertos a cualquiera, aunque algunos pueden hacer que se los cierre. Por suerte, esa gente ni se pasa por aquí, así que difícilmente puede sentirse aludida. Y si lo hace, y se siente así, tal vez se equivoque...

Nada de montar números para hacerse notar... ser uno mismo es suficiente, y seguir los propios deseos necesidad de fuerza mayor.