domingo, 7 de febrero de 2010

la realidad siempre superará a la ficción

El camino hacia la casa estaba repleto de carreteras secundarias y otras de esas en las que a cada metro encuentras un bache. Era la hora de la siesta, así que no nos cruzamos prácticamente con ningún vehículo. Con música relajante, tú con el asiento alejado del salpicadero y el respaldo ligeramente reclinado, yo con la mirada intermitente entre la carretera y tus piernas. Las sonrisas brotaban cada medio kilómetro. Las risas a cada dos. Sabíamos lo que nos quedaba por delante y eso nos relajaba más que nada. El cielo comenzaba a perder claridad y llegamos cuando apenas quedaba una hora para el ocaso. Recogí las bolsas de viaje y las metí en la casa. La calefacción llevaba ya un par de horas encendida, pero aún así encendí la chimenea mientras tú te relajabas en el sofá, merecidamente tras tu mañana. En cuanto todo estuvo listo, nos fuimos al coche, para ver rápidamente uno o dos parajes que rebosaban de magia con aquella iluminación. Volvimos justo a tiempo para contemplar la postura del Sol en silencio, agarrando fuertemente cada uno la mano del otro y capturando el momento por siempre en nuestras memorias. En aquel momento no hacía falta nada más, sólo bastaba la compañía.
Cuando los últimos rayos de sol se escondieron tras el horizonte, nos metimos en la casa, saliendo únicamente para contemplar las estrellas bajo un cielo despejado, en una noche perfecta.

jueves, 4 de febrero de 2010

recojan estas palabras, que yo no las quiero

Una y otra vez. No eres capaz de parar por un momento. No acabas de abandonar y dejar de preocuparte prácticamente en su totalidad del bienestar de esa persona y ya estás explorando el mundo con esa otra. A saber qué ha pasado entre medias. Como en una estrofa dice Luis Ramiro, a su vez reportando palabras ajenas, "la solución más simple es la correcta, dice la navaja de Occam". Sí, y también a veces esa solución está en frente de tus narices, y el fin de tus problemas consiste en dejar de enredar y despreciar lo que se tiene frente a nuevos mundos y a buscar despedidas innecesarias. Y ahora los problemas afloran en otro lugar, por otro motivo distinto, al fin y al cabo el mismo.
Por si aún no lo sabías, la madurez no está solo en buscar, sino en encontrar y guardar. Y aunque un viento huracanado sople en mi contra, andaré contra él buscando lo que sé que merece la pena, y me olvidaré de las causas perdidas que no se quieren orientar por mucho que les des un mapa y una brújula.
El que juega con fuego se quema. Sí, pero no si sabe cómo manejarlo a su antojo y a su favor. De hecho, algunos sabemos que lo que hay que buscar es el fuego, la llama, y no el hielo. Porque aunque las sombras nos cobijen, a veces hay que ahuyentarlas para dar paso a algo mejor. Hay un par y pico de cosas que he aprendido:
No se puede salvar a alguien que no quiere ser salvado.
No se puede llevar de la mano a alguien que no desea ser acompañado.
No se puede buscar el amor en alguien que no prefiere dártelo.
Si procede, se puede salvar a alguien si no sabe que necesita la ayuda.
Si es menester, se agarra por la fuerza a quien está perdido y solo.
Si es necesario, se saca el amor de donde no parecía manar.