Y la vida continúa. La gente viene y se va... incluso los que parecían estar para largo rato pronto pierden el interés, cosa que a veces te pasa a tí también. Triste, pero cierto. Pueden guardarse bajo falsas apariencias que nada te dicen de cómo pueden salir de repente en cierto momento, ni de cómo de un día para otro eres todo o no eres nadie. Si la vida es así, menudo desenfreno. Por suerte, siempre están esas personas que, contadas con los dedos de las manos (y tal vez de algún pie, ya que puedes mover esos dedos también, al menos de momento) siguen ahí y no se van por mucho que su cara se desvanezca de tus recuerdos en ciertos momentos de la vida. Te encantaría que a veces otro dedo asomara de entre el montón y de hecho lo hace, pero de repente se esconde y decides que no quieres alzarlo más, o en algunos casos, que se duerma un rato.
Mientras tanto, sigues construyendo lazos en salidas, noches de fiesta, visitas fugaces, conciertos (próxima parada, Luis Ramiro) y demás.
Mis brazos (con sus manos en los extremos, los cuales a su vez tienen... adivinad qué... ¡dedos!) están abiertos a cualquiera, aunque algunos pueden hacer que se los cierre. Por suerte, esa gente ni se pasa por aquí, así que difícilmente puede sentirse aludida. Y si lo hace, y se siente así, tal vez se equivoque...
Nada de montar números para hacerse notar... ser uno mismo es suficiente, y seguir los propios deseos necesidad de fuerza mayor.
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