lunes, 25 de enero de 2010

yo yerro, tu yerras, él yerra

De nuevo, odio como la época de exámenes se lleva las ganas y las fuerzas consigo. Tratas de mantener un mínimo de contacto con el exterior, pero no es posible. Está tan bien ideado que de repente todo tu entorno se encierra contigo al aislamiento, y cuando digo contigo, digo a la vez, que no conjuntamente. Es tiempo de sentarse, callarse y estudiar. No debes dejar que algo más pase por tu cabeza, no vaya a ser que sea algo importante en lo que además te apetece pensar, no, debes olvidarte de todo, porque no conviene que tengas atisbos de felicidad. Tienes que afrontar el estrés y el sufrimiento de tener largos días por delante en los que dirigirte a la locura mental. ¡Qué más da llevarlo bien estudiado! Aún así tienes que estudiar y dar el máximo hasta que todo pase. Si eres mínimamente responsable, te tirarás un mes entero así. De hecho, olvídate de prestar atención a lo que haces y de cualquier acto que cometas cuando estés en periodo de descanso (llamémoslo así, ya que es la menor parte del tiempo del día, el resto transcurre frente a hojas de papel, fórmulas matemáticas y números en hexadecimal, binario y octal y su puta madre), ya que la mayoría de esos actos son sin pensar lo suficiente, no al menos con claridad, todo cubierto por una densa niebla que hace que te sientas perdido. Hablo de la menor gilipollez, como sentarte al váter sin darte cuenta de que no hay papel, error tonto, o como no enterarte de cuando te hablan, decir bobadas sin sentido, dedicarte a estar cabreado con alguien porque sí prácticamente, error grave... o no querer dejar de hacer algo que de veras deseas hacer para hacer otra cosa simultáneamente ya que puedes intentar hacerlo todo a la vez y al final no conseguir ninguna de las dos, error muy grave que sólo te llevará a la preocupación y la sensación de que todo se queda a medias.
Además, ten cuidado de andar en momentos de una relación en los que hace falta estar más presente, tanto física como mentalmente. No porque la relación sea un error, porque sabes que no lo es, ahí no reside el problema, sino porque puedes dedicarle una milésima parte del tiempo que desearías, tanto como para meterte en ensoñaciones como para tener contacto con esa persona en la que piensas los pequeños ratos que no estás con la cabeza ocupada, o porque puedes comenzar a preocuparte por cosas que tal vez no son nada, o tal vez son aún más preocupantes de lo que piensas, solo que no tienes el tiempo necesario para darte cuenta de ello y remediarlo. No hay nada en su justa medida. Eso sí, te tiras el tiempo "libre" medio dormido, con la mente intentando mantenerse despierta o perdiéndolo como más deliberadamente puedas.
Quién sabe, tal vez echas de menos a alguien, tal vez temes que el estrés propio o ajeno diezme las fuerzas y no quede nada. Tal vez deberías sonreír más y dejar de preocuparte por cosas que no tienen solución ya sea porque no hay tiempo para solucionarlas o la opción más tranquilizadora: porque no hay nada de qué preocuparse. Tal vez deberías pensar en acabar la puta carrera cuanto antes y no causarte problemas cada vez que es enero, o es junio, o es septiembre.
Sólo quiero descansar y abandonar este estado zombi en el que solo yerro y no alcanzo a ver la luz de una luciérnaga.
Sólo quiero cogerte de la mano y que respiremos al mismo ritmo, ya sea frenético o pausado.

jueves, 21 de enero de 2010

santa y puta manía

Qué manía con buscarse problemas donde no los hay. Parece como si esa sombra que hasta cierto momento de tu vida pensabas tener tras tus pasos (ojo, sombras tienes, y muy orgulloso de ellas que estás) hubiera decidido recuperar su antiguo empleo, una que parece empeñarse en que tu mente no descanse tranquila y en paz. Lo único que tienes que hacer, amigo mío, es arrojarle la luz de un foco, el más fuerte de ellos, y dejar que las luces que tú no has encendido, y que día a día te siguen dando y regalando penetren aquella oscuridad y la hagan desaparecer completamente. No diré que la sombra es imaginaria, porque aunque una parte de mí a la que aborrezco la haya puesto ahí, es totalmente real.
Siempre hablas de volar pero, como los pequeños pájaros, solamente eres capaz de hacerlo durante unos segundos escasos hasta que no tienes más remedio que aterrizar. Cierra los ojos y deja que esa cálida brisa que sopla desde hace algunas horas te ayude a mover las alas sin rumbo fijo. Como has dicho hace poco, quien te acompaña es el mismo destino del viaje.
No hagas un muro de un ladrillo, porque tropezarte con él es absurdo y solamente ocurre si te dejas.
Buenas noches, conciencia.
Hasta nunca, subconsciente malicioso.

miércoles, 20 de enero de 2010

quiero y no

Quiero más veladas sin hora de vuelta.
No quiero veladas a contrarreloj.
Quiero poner nombre a miles de esquinas y recovecos de Madrid.
No quiero poner nombre a cada día fatídico.
Quiero coger un tren hacia ningún lugar, la compañía es el destino.
No quiero coger aviones y no tener quién me reciba en el otro lado.
Quiero visitar tu mirada cada mañana y tus labios cada noche.
No quiero tu ausencia aunque sea inevitable.
Quiero darte todos mis susurros, directos al oído.
No quiero que te guardes los tuyos.
Quiero capturar tu esencia para que no me abandone nunca.
No quiero oler a extraño.
Quiero contar las estrellas, acabar y volver a empezar.
No quiero contar los dias que paso contigo.
Quiero olvidarme de la hora y del lugar.
No quiero olvidarme del momento.
Quiero que olvidemos pasado y futuro, vivamos el presente.
No quiero que el pasado mate al futuro.
Quiero tus ojos para que me alumbren cuando me pierdo.
No quiero linternas, al fin y al cabo están muertas.
Quiero tus labios para beber cuando tenga sed.
No quiero palabras emponzoñadas que vengan de los mismos labios.