Las dos de la madrugada y mi cabeza no para de trabajar, de maquinar.
Increíble cuánta perspectiva se pierde cuando la vida de uno se para pero hay un asunto que no se puede detener. Hablo del parón que se produce en cada época de exámenes, o de máxima ocupación. Sí, hablas con una persona, con otra... pero nada avanza ni cambia. Hablaba de la perspectiva. Hasta que no se ha detenido lo único que faltaba no he podido darme cuenta de cuán inevitable era que todo se desbocara y acabara mal. Una nueva temporada se aproxima: nuevas materias, nuevas metas, nuevos objetivos, gente, acontecimientos... ¡ilusiones! Ahora, desde esta nueva posición, soy capaz de ver todo con más claridad. La mala racha pasó (suerte que solamente fueron unas semanas). Y las cosas no se ven ni por asomo de la misma manera que pintaban. Tal vez fue la nostalgia, el acabarse de un gran verano, o tal vez fue eso, la falta de perspectiva. Al final, sin más perjuicios. ¿Volverán aquellas cosas que dejé que se perdieran entre la bruma y la confusión? No lo sé, pero ahora yo tomo las riendas y ninguna obligación matará mi libertad.
Ya no hay nada que lo sea todo. Todo para mí es todo.
Una sonrisa vuelve a mi expresión.
miércoles, 7 de octubre de 2009
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