Es difícil tomar una decisión cuando hacerlo implica enfrentar dos facetas o dos hechos que se encuentran en tu personalidad. Por un lado, y no voy a hablar de la decisión, puede estar el miedo a perder la tranquilidad con la que vives día tras día, ese bien estar que proviene de tener todo cuadrado y en el lugar donde deseas tenerlo, a parte de ir ganando terreno en la búsqueda de cumplir deseos. Por otro lado, está seguir a la curiosidad y sentirse atraído por la idea de echarle narices al asunto aceptando enfrentarse a las posibles pero imprevisibles consecuencias. Los beneficios de tomar una de las decisiones podrían ser mayores, pero ya sabes, el riesgo es mayor. Nunca hay una apuesta segura. Tal vez habrá que esperar a que alguien decida por ti, o confiar en que siempre y cuando tú predispongas la situación, funcione naturalmente sin que haya que tomar una decisión, simplemente que el dejarse llevar haga su papel. O tal vez simplemente hay que decidirse y optar por la opción difícil ya que, al fin y al cabo, existirá siempre que no la hayas tomado aún. Sí, te trae varios dolores de cabeza y no desaparecerán hasta que renuncies definitivamente a ella o la tomes, dando fin a la situación.
Quién sabe, tal vez ni merezca la pena el riesgo, pero hay que estar muy seguro. A veces no puedes dejar a tu estado de ánimo ni a un arrebato la toma de una decisión, por mucho que te gustaría.
Mientras tanto, mantente a la espera
lunes, 28 de septiembre de 2009
martes, 22 de septiembre de 2009
abandono al atardecer
Varias semanas habían pasado desde que su vida había dado aquel giro. Las cosas no hacían más que mejorar y mejorar. Prácticamente todo iba bien, cuando volvía de la universidad escuchando música bailaba, saltaba. Sonreía y se reía de sí mismo cuando se miraba al espejo y se veía haciendo el tonto como nunca. Veía a parejas jóvenes con carritos de bebé y se asomaba a ver esas inocentes caritas llenas de paz. Veía a las parejas también jóvenes que aún lejos estaban de comenzar una familia tumbadas en los jardines y no las envidiaba como solía. Le sobraba la energía y salía a correr, a mirar el cielo, a observar a los pájaros.
Entonces recordó aquel día en que todo le parecía perdido y, paseando solo, fue a sentarse al borde de un pequeño barranco a observar la puesta de sol. Empezó a rememorar varios recuerdos, varios sentimientos afloraban... pero no importaba, estaban solos él y el resto del mundo, con el cielo enrojecido y gritó en silencio al aire por la sensación que lo invadía. Sonrió al Sol que lo abandonaba y lo hacía dejar todo un poco atrás, restarle importancia a cualquier pensamiento triste...
Por ello sintió que quería unir su pasado y su futuro y con ellos amasar su vida y sus esperanzas. Poco a poco recuperó la confianza, visitó a viejos amigos, recuperó a algunos que había perdido en el camino y, por supuesto, buscó otros nuevos. Sus sensaciones adquirieron más tonalidades que nunca y volvía siempre que podía a contemplar el abandono solar consiguiendo renovar las energías y siempre encontrar nuevas motivaciones.
Sea todo bienvenido.
Entonces recordó aquel día en que todo le parecía perdido y, paseando solo, fue a sentarse al borde de un pequeño barranco a observar la puesta de sol. Empezó a rememorar varios recuerdos, varios sentimientos afloraban... pero no importaba, estaban solos él y el resto del mundo, con el cielo enrojecido y gritó en silencio al aire por la sensación que lo invadía. Sonrió al Sol que lo abandonaba y lo hacía dejar todo un poco atrás, restarle importancia a cualquier pensamiento triste...
Por ello sintió que quería unir su pasado y su futuro y con ellos amasar su vida y sus esperanzas. Poco a poco recuperó la confianza, visitó a viejos amigos, recuperó a algunos que había perdido en el camino y, por supuesto, buscó otros nuevos. Sus sensaciones adquirieron más tonalidades que nunca y volvía siempre que podía a contemplar el abandono solar consiguiendo renovar las energías y siempre encontrar nuevas motivaciones.
Sea todo bienvenido.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
un solo reflejo de noche
Miraba fijamente el andén de enfrente hasta que su tren le tapó la vista. Como siempre, buscó un sitio sin nadie alrededor y cambió de canción.
A los pocos segundos de cerrarse las puertas de la parada donde debía cambiar de andén, se dio cuenta de que se le había pasado. Cuando hubo llegado a la siguiente estación, tomó un tren de vuelta y aquella vez si bajó. Pasaron diez largos minutos hasta que llegó el que debía coger.
Volvió a buscar un sitio similar y cerró los ojos durante unos minutos. Cuando los abrió vio que una mujer lo estaba mirando. Mantuvieron la mirada fija hasta que un viajero se cruzó entre sus miradas, lo cual hizo que ambos dejaran de observarse. Al poco tiempo volvieron a mirarse un par de veces de manera fugaz. Él pensó que era preciosa, que no cuadraba en aquel tren. Harto de juegos e ilusiones comenzó a mirar por la ventana, hasta que se dio cuenta de que veía el reflejo de ella, mirando a su vez por la ventana que quedaba junto a su asiento. Siguió observándola, esperando que girara su cabeza, ya que temía mirarla directamente y que no volviera a mirarlo. Aquello no sucedió.
Volvió a casa con la sensación de haber cometido un grave error y decidió intentar volver siempre alrededor de esas horas, recorriendo todos los vagones cada vez, hasta que un día desistió. Siempre le había parecido absurda su actitud, no entendía cómo podía hacer aquello, aunque siempre esperaba con ansia encontrársela en cada nuevo vagón, una y otra vez topándose con la decepción.
Nunca se le ocurrió ni llegó a saber que ella había pasado el resto de aquel trayecto mirándolo a él del mismo modo, a través del reflejo, que no alcanzó a reflejarlos por segunda vez y hacerles darse cuenta de que a veces las ilusiones están al alcance de la vista.
A los pocos segundos de cerrarse las puertas de la parada donde debía cambiar de andén, se dio cuenta de que se le había pasado. Cuando hubo llegado a la siguiente estación, tomó un tren de vuelta y aquella vez si bajó. Pasaron diez largos minutos hasta que llegó el que debía coger.
Volvió a buscar un sitio similar y cerró los ojos durante unos minutos. Cuando los abrió vio que una mujer lo estaba mirando. Mantuvieron la mirada fija hasta que un viajero se cruzó entre sus miradas, lo cual hizo que ambos dejaran de observarse. Al poco tiempo volvieron a mirarse un par de veces de manera fugaz. Él pensó que era preciosa, que no cuadraba en aquel tren. Harto de juegos e ilusiones comenzó a mirar por la ventana, hasta que se dio cuenta de que veía el reflejo de ella, mirando a su vez por la ventana que quedaba junto a su asiento. Siguió observándola, esperando que girara su cabeza, ya que temía mirarla directamente y que no volviera a mirarlo. Aquello no sucedió.
Volvió a casa con la sensación de haber cometido un grave error y decidió intentar volver siempre alrededor de esas horas, recorriendo todos los vagones cada vez, hasta que un día desistió. Siempre le había parecido absurda su actitud, no entendía cómo podía hacer aquello, aunque siempre esperaba con ansia encontrársela en cada nuevo vagón, una y otra vez topándose con la decepción.
Nunca se le ocurrió ni llegó a saber que ella había pasado el resto de aquel trayecto mirándolo a él del mismo modo, a través del reflejo, que no alcanzó a reflejarlos por segunda vez y hacerles darse cuenta de que a veces las ilusiones están al alcance de la vista.
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viernes, 4 de septiembre de 2009
libertad buscada
Quiero huir, quiero vivir, quiero sentir el viento azotando mi cara y mi pelo.
Al fin me decido, cojo el coche, sin mirar atrás, me descalzo y libero a mis dedos del dolor de las ampollas que me salieron entre ellos y siento los pedales como nunca, ahora sí soy su dueño.
Acelero, me pongo a velocidad de crucero y me relajo. No miraré más un puto retrovisor.
Llego a mi destino, me calzo y salgo del coche. Las ampollas siguen ahí, al igual que mi determinación. Sólo habrá que lidiar con ambos. A ver qué desaparece antes.
Ahora decido yo a dónde voy y nadie ni nada me dirá qué hacer. Las señales no llevan a ningún lado, solamente mi corazón puede guiarme.
Se busca/n compañero/a/s de viaje.
Basado en un viaje REAL.
Al fin me decido, cojo el coche, sin mirar atrás, me descalzo y libero a mis dedos del dolor de las ampollas que me salieron entre ellos y siento los pedales como nunca, ahora sí soy su dueño.
Acelero, me pongo a velocidad de crucero y me relajo. No miraré más un puto retrovisor.
Llego a mi destino, me calzo y salgo del coche. Las ampollas siguen ahí, al igual que mi determinación. Sólo habrá que lidiar con ambos. A ver qué desaparece antes.
Ahora decido yo a dónde voy y nadie ni nada me dirá qué hacer. Las señales no llevan a ningún lado, solamente mi corazón puede guiarme.
Se busca/n compañero/a/s de viaje.
Basado en un viaje REAL.
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