Un muro, un dique. Eso es lo que te vuelves a encontrar día tras día. Cuando no sabes si hay algo ahí solo falta mirar a la puerta y ver que se está cerrando para averiguar que quieres lanzarte contra ella, incluso cuando del otro lado ya no se aprecia ni una rendija de luz.
Día tras día, mes tras mes. Es la historia que se repite. Sólo conseguiste abrir una puerta cerrada una vez, aunque te pilló los dedos cuando apenas te habías asomado. La nueva lo que tiene es cerrojo blindado, de ese que no se ve hasta que es tarde para comprobar si se podía entrar, y entonces es cuando comienza la lenta combustión de tu corazón. Una llama que sólo puede ser apagada operando a corazón abierto y probando con un extintor (eso sí, esterilizado) casi agotado. Lo único que puedes conseguir con eso, casi con total seguridad es hacerlo explotar, precipitando su ignición.
Sólo esperas que al otro lado de esa puerta, ella consiga llegar a abrir aquella contra la que se lanza, y que tu habitación tenga puerta trasera, porque si no, no hay escapatoria... sólo una celda y, por si fuera poco, sin acolchar.
jueves, 7 de mayo de 2009
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2 comentarios:
¿tenga puerta trasera? vale, pero también que la puerta que os comunica te deje ver la luz cuando ella llegue hacia ti, ¿no?
He comprobado que esa puerta no estaba tan cerrada como pensé en su momento, todo lo escribí en uno de mis arrebatos de pesimismo
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