sábado, 26 de diciembre de 2009

valiente

Es como un megáfono que nunca te impide hablar, gritar ni soltar el más mínimo gemido. Es como si tuvieras la boca abierta, las cuerdas vocales lubricadas y una voluntad sólida.
De nuevo, ves la rueda girando y tú puedes sumarte a su movimiento. Las puertas que te permiten alcanzarla están abiertas de par en par, sin recubrimientos ni bisagras de titanio.
"Escápate conmigo, déjame seguir diciéndote lo que siento", ¿a quién le importa que sea así? No es nada nuevo y las sonrisas ya empiezan a saturar la mañana. Gracias a ellas, de verdad evitas gritar.
El día que pliegues las alas será demasiado triste, o quizá un poco desesperanzador, pero nunca algo bueno. No hables a medias, no temas las cosas que ya te han sucedido. Si hay algo que sabes es que sabes avanzar, mostrar tu verdadera cara y que cualquiera que pase lo suficientemente cerca será capaz de apreciarlo. Así lo has hecho y así lo seguirás haciendo. Funciona porque la vida es así y las cuatro personas que se han acercado y te han visto sonreír se han parado para acompañarte al menos por un tiempo y todo ha vuelto a su cauce. No reces por que lo hagan una segunda vez, aunque muchas lo harán. Es, como dicen, agua pasada. Y tú piensas: agua bendita.

Otra vez, hablándole al espejo

2 comentarios:

Una pulga cualquiera dijo...

¿"pero nunca algo bueno."?

Discrepo.

Miguel Nieto Peña dijo...

¿Plegar las alas y dejar de volar? A los 30, cuando tal vez sea hora de asentarse y tener hijos... ni aún así, tal vez