Pues no va de sexo, va de entradas creadas, aunque muchas no publicadas y otras apenas empezadas, y también va de la vida, la libertad y muchas sonrisas.
Andaba silbando un temazo por la calle cuando una chica joven que me crucé por la calle me sonrió. He dicho que no va de sexo. La susodicha sonrió como espejo de mi expresión. No se puede ver a alguien así y no verse contagiado en parte. Si no causa efecto en tí, en algo muy profundo andas metido, amigo. Pues yo con mi temazo, y el sol sin brillar, aunque ninguna falta hacía, seguí caminando por las verdes y poco cuidadas aceras de mi barrio. Entonces, encabezando la lista la de aquella chica, empecé a vislumbrar las sonrisas que me habían dedicado varias personas a lo largo de mi vida, y descubrí que no fueron pocas. Ojalá pudiera recordar las primeras, aquellas que se producían cuando yo no era consciente de lo que me rodeaba y la más minima carcajada que salía de mí producía sonrisas en los que me rodeaban. Pero no hacía falta, porque había muchas otras. Pero centrémonos en las últimas... veamos, la de aquella chica, la de la panadera al ir a comprar el pan, la de mi hermano al hacerle cosquillas, la de mi madre al bromear sobre la tele... la de aquella sirena, que cantando me atrae cada noche en medio del sueño y yo, imbécil de mí, la persigo sin alcanzarla hasta el momento en que acabo ahogado en el mar una y otra vez... en sus brazos, besando sus labios de sal, salvando las olas de aquel mar de un triste final. En ese momento es cuando ella sonríe y yo me asusto, porque claro, nada bueno puede venir de una criatura mitológica sobre la que siempre se ha dicho que es una de las perdiciones de los marineros. Sin embargo, ella tiene su cara, y nada puede impedirme olvidar el peligro y continuar donde lo dejamos.
Para sonrisa, la tuya, que hasta en sueños me persigue.
No iba de sexo, iba de algo más importante que eso.
lunes, 28 de diciembre de 2009
sábado, 26 de diciembre de 2009
valiente
Es como un megáfono que nunca te impide hablar, gritar ni soltar el más mínimo gemido. Es como si tuvieras la boca abierta, las cuerdas vocales lubricadas y una voluntad sólida.
De nuevo, ves la rueda girando y tú puedes sumarte a su movimiento. Las puertas que te permiten alcanzarla están abiertas de par en par, sin recubrimientos ni bisagras de titanio.
"Escápate conmigo, déjame seguir diciéndote lo que siento", ¿a quién le importa que sea así? No es nada nuevo y las sonrisas ya empiezan a saturar la mañana. Gracias a ellas, de verdad evitas gritar.
El día que pliegues las alas será demasiado triste, o quizá un poco desesperanzador, pero nunca algo bueno. No hables a medias, no temas las cosas que ya te han sucedido. Si hay algo que sabes es que sabes avanzar, mostrar tu verdadera cara y que cualquiera que pase lo suficientemente cerca será capaz de apreciarlo. Así lo has hecho y así lo seguirás haciendo. Funciona porque la vida es así y las cuatro personas que se han acercado y te han visto sonreír se han parado para acompañarte al menos por un tiempo y todo ha vuelto a su cauce. No reces por que lo hagan una segunda vez, aunque muchas lo harán. Es, como dicen, agua pasada. Y tú piensas: agua bendita.
Otra vez, hablándole al espejo
De nuevo, ves la rueda girando y tú puedes sumarte a su movimiento. Las puertas que te permiten alcanzarla están abiertas de par en par, sin recubrimientos ni bisagras de titanio.
"Escápate conmigo, déjame seguir diciéndote lo que siento", ¿a quién le importa que sea así? No es nada nuevo y las sonrisas ya empiezan a saturar la mañana. Gracias a ellas, de verdad evitas gritar.
El día que pliegues las alas será demasiado triste, o quizá un poco desesperanzador, pero nunca algo bueno. No hables a medias, no temas las cosas que ya te han sucedido. Si hay algo que sabes es que sabes avanzar, mostrar tu verdadera cara y que cualquiera que pase lo suficientemente cerca será capaz de apreciarlo. Así lo has hecho y así lo seguirás haciendo. Funciona porque la vida es así y las cuatro personas que se han acercado y te han visto sonreír se han parado para acompañarte al menos por un tiempo y todo ha vuelto a su cauce. No reces por que lo hagan una segunda vez, aunque muchas lo harán. Es, como dicen, agua pasada. Y tú piensas: agua bendita.
Otra vez, hablándole al espejo
viernes, 11 de diciembre de 2009
cobarde
Es como una mordaza que no sólo te impide hablar, gritar o soltar el más mínimo gemido. Es como si tuvieras la boca cosida, las cuerdas vocales cristalizadas y la voluntad quebrada.
De nuevo, ves la rueda girando y tú no puedes sumarte a su movimiento. Las puertas que te permiten alcanzarla están selladas herméticamente con recubrimientos y bisagras de titanio.
"Escapa tú sola, déjame seguir mintiendo", ¿a quién le importa que sea así? No es nada nuevo y las lágrimas ya empiezan a saturar la almohada. Gracias a ella, de verdad evitas gritar.
El día que despliegues las alas será demasiado tarde, o quizá demasiado pronto, pero nunca a tiempo. No hables a medias, no temas las cosas que ya te han sucedido. Si hay algo que sabes es que sabes quedarte atrás, ocultar tu triste cara y que cualquiera que pase lo suficientemente rápido sea incapaz de apreciarlo. Así lo has hecho y así lo seguirás haciendo. Funciona porque la vida es así y las cuatro personas que se han parado y te han visto llorar de repente tienen prisa de nuevo y todo vuelve a su cauce. No reces por que lo hagan una segunda vez. Es, como dicen, agua pasada. Y tú piensas: agua emponzoñada.
Otra vez, hablándole al espejo
De nuevo, ves la rueda girando y tú no puedes sumarte a su movimiento. Las puertas que te permiten alcanzarla están selladas herméticamente con recubrimientos y bisagras de titanio.
"Escapa tú sola, déjame seguir mintiendo", ¿a quién le importa que sea así? No es nada nuevo y las lágrimas ya empiezan a saturar la almohada. Gracias a ella, de verdad evitas gritar.
El día que despliegues las alas será demasiado tarde, o quizá demasiado pronto, pero nunca a tiempo. No hables a medias, no temas las cosas que ya te han sucedido. Si hay algo que sabes es que sabes quedarte atrás, ocultar tu triste cara y que cualquiera que pase lo suficientemente rápido sea incapaz de apreciarlo. Así lo has hecho y así lo seguirás haciendo. Funciona porque la vida es así y las cuatro personas que se han parado y te han visto llorar de repente tienen prisa de nuevo y todo vuelve a su cauce. No reces por que lo hagan una segunda vez. Es, como dicen, agua pasada. Y tú piensas: agua emponzoñada.
Otra vez, hablándole al espejo
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