Qué manía con buscarse problemas donde no los hay. Parece como si esa sombra que hasta cierto momento de tu vida pensabas tener tras tus pasos (ojo, sombras tienes, y muy orgulloso de ellas que estás) hubiera decidido recuperar su antiguo empleo, una que parece empeñarse en que tu mente no descanse tranquila y en paz. Lo único que tienes que hacer, amigo mío, es arrojarle la luz de un foco, el más fuerte de ellos, y dejar que las luces que tú no has encendido, y que día a día te siguen dando y regalando penetren aquella oscuridad y la hagan desaparecer completamente. No diré que la sombra es imaginaria, porque aunque una parte de mí a la que aborrezco la haya puesto ahí, es totalmente real.
Siempre hablas de volar pero, como los pequeños pájaros, solamente eres capaz de hacerlo durante unos segundos escasos hasta que no tienes más remedio que aterrizar. Cierra los ojos y deja que esa cálida brisa que sopla desde hace algunas horas te ayude a mover las alas sin rumbo fijo. Como has dicho hace poco, quien te acompaña es el mismo destino del viaje.
No hagas un muro de un ladrillo, porque tropezarte con él es absurdo y solamente ocurre si te dejas.
Buenas noches, conciencia.
Hasta nunca, subconsciente malicioso.
jueves, 21 de enero de 2010
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