Una llamada lo despertó en medio de la noche. Otra llamada equivocada, pensó, aunque sin embargo lo cogió.
- ¿Diga? - Un silencio prolongado siguió a aquello, hasta que alguien contestó.
- Ella... está muy mal, la acaban de ingresar en el hospital.
- ¡¿Cómo?! ¿Qué ha pasado?
- Iba en un coche, con unos amigos... todos están despiertos y fuera de peligro, excepto ella. - La madre rompió a llorar y él, con las lágrimas bien asomadas, dijo:
- Voy de camino.
No fue capaz de conducir del tirón, tuvo que pararse varias veces porque su cuerpo no le respondía bien del todo. Varias veces estuvo apunto de chocarse él también, aunque no deliberadamente. Cuando llegó al hospital, encontró allí a la hermana y la madre de ella.
- No despierta... ha perdido mucha sangre... está muy mal, mi hija está muy mal... y yo no puedo hacer nada por ella - volvió a llorar y su otra hija la abrazó.
- Seguro que se pone bien, mamá, todo va a salir bien.
Él se acercó... tenía la misma expresión de paz que cuando la observaba - excepto por el color, que prácticamente había desaparecido - mientras dormían juntos. Le acarició suavemente la mejilla y acto seguido cogió la mano de ella y la encerró entre las suyas. Entonces, inexplicablemente, ella abrió los ojos...
...y le sonrió.
- Sabía que eras tú... el roce de tu mano es inconfundible.
- ¿Cómo te encuentras, mi vida?
- No siento prácticamente nada. Sé que me estás cogiendo la mano, pero no lo noto... -a él se le paró el corazón por un instante, y luego reanudó su acelerado ritmo otra vez, con un golpe muy fuerte-. ¿Y los demás?
- Están todos bien, no te preocupes... y tú te vas a poner bien. Quédate conmigo... Te quiero.
- Prométeme que si algo pasa... estarás bien.
- No te preocupes por mí ahora mismo, no va a pasar nada.
- Prométemelo, por favor.
Él sabía que no sería así. Nunca jamás podría recuperarse de eso. La había querido como a nadie en su vida, más que a todas sus anteriores amantes juntas, y eso era poco en comparación. Estaban a punto de irse juntos a vivir al centro de la ciudad; en un par de días iban a coger el coche hacia la otra punta del país juntos, solos. No eran como las demás parejas. Eran capaces de tener cada uno sus historias separadas; no se veían ni hablaban todos los días por sistema, sólo cuando les apetecía, aunque ella y él sabían que no pasaba un minuto sin que él y ella tuvieran una parte de su mente reservada al otro, con esa presencia permanente que algunos conocen -no, definitivamente, no se recuperaría del todo de aquello, aunque ella sobreviviera.
Pero antes de que contestara... ella sonrió y cerró los ojos.
Ésta vez, para no abrirlos nunca más.
Y así comenzó el título de esta historia
martes, 11 de agosto de 2009
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